Llegar a la fuente del misterio
me resultó un lance imposible
y ella no me ofreció el reparo
que sólo puede dar su dulzura.
Un desierto de piedras blancas
bajo la helazón de la noche
fue lo que mis manos hallaron
al excavar la tierra antigua
y sólo me quedó el vacío
de un cielo en el que las estrellas
estaban tan duras y heladas
como su corazón despiadado.
miércoles, 13 de agosto de 2008
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